La falta de empatía y el manejo inadecuado de emociones se han convertido en detonantes de actos violentos. Expertos advierten que muchas de estas conductas podrían estar vinculadas a trastornos de personalidad no diagnosticados.

Agresiones dentro del hogar, feminicidios, ataques en plena vía pública y hasta maltrato animal se están volviendo escenas comunes que revelan un problema más profundo: la creciente dificultad de muchas personas para gestionar sus emociones y conectar empáticamente con los demás. La psicóloga Susan Galloso Baca, docente de la Universidad César Vallejo, analiza este fenómeno como una posible manifestación de trastornos de personalidad antisocial no atendidos.
“Vivimos en una sociedad cada vez más intolerante y emocionalmente desbordada. La violencia ya no es solo física, también se expresa en actitudes frías y crueles”, afirma Galloso, quien advierte que estos comportamientos podrían estar ligados a traumas o desórdenes no tratados desde la infancia. Un caso reciente que ejemplifica esta problemática es el asesinato de un perro en plena calle, perpetrado por un sujeto con antecedentes, lo que generó repudio en redes sociales.

La especialista señala que desequilibrios en sustancias como la serotonina y dopamina, combinados con entornos familiares tóxicos, pueden predisponer a una persona a actuar con agresividad. “La violencia muchas veces tiene raíces en hogares sin límites claros o donde el menor no recibe afecto ni validación emocional”, explicó, haciendo hincapié en que estos factores son claves en la formación del carácter desde la niñez.
Galloso también brindó herramientas para fortalecer el control emocional: conocerse a uno mismo, reflexionar sobre las emociones, comunicarse de manera asertiva, hacer ejercicio y realizar actividades que generen bienestar. Según ella, apostar por la educación emocional desde temprana edad podría ser la vía para reducir las reacciones violentas que, cada vez más, parecen normalizarse en la sociedad.