Auditoría revela cámaras saturadas, manejo inadecuado de restos y riesgos sanitarios; además, se detecta déficit de camas en el Hospital Belén.

La Contraloría General encendió las alarmas tras constatar una situación crítica en la Morgue de Trujillo, donde las cámaras de refrigeración están totalmente saturadas y se almacenan más cuerpos de los permitidos por compartimiento. Este hacinamiento, sumado a un manejo deficiente de residuos post necropsia, representa un riesgo sanitario grave para la ciudad.
Durante la inspección, los auditores verificaron que los líquidos generados en las necropsias se están desechando directamente al sistema de alcantarillado sin ningún tipo de tratamiento previo, una práctica que incumple protocolos básicos de bioseguridad y expone a la población a potenciales contaminaciones.


A ello se agrega que el laboratorio de biología molecular aún no está completamente implementado y el almacenamiento de muestras de patología se encuentra al límite, dificultando el trabajo del personal. El panorama se agrava con fallas en el sistema contra incendios, ascensores inoperativos y archivos institucionales abarrotados, lo que evidencia un deterioro estructural generalizado.

Como parte del mismo megaoperativo, la Contraloría también visitó el Hospital Belén de Trujillo, donde detectó un promedio de 30 camas menos de las necesarias en el área de Emergencias. Esta carencia provoca que muchos pacientes permanezcan más de 12 horas en camillas, a la espera de un espacio adecuado en medio de un servicio sobrecargado.
Además, se observó que la construcción de la casa de fuerza del hospital continúa inconclusa, pese a que su entrega estaba prevista meses atrás. Esta infraestructura es clave para garantizar el suministro eléctrico y permitir el funcionamiento óptimo de los servicios hospitalarios.


